Entró por primera vez por la puerta de Morandé 59 una semana antes de que cayeran las torres gemelas de Nueva York, a principios de septiembre del 2001. Venía para ayudar a organizar las finanzas del nuevo departamento que se estaba creando en el Servicio: el DAF, y terminó quedándose por veintiún años más, luego de enamorarse del trabajo de la Dirección.
Pronto a jubilar, Jaime Aliste repasa su historia en la DOP, los cambios en la figura del Estado en los últimos veinte años, sus planes para su jubilación y lo que pasa después de trabajar más de veinte años con diversas funcionarias y funcionarios, “terminas queriéndolos a todos”, adelanta.
¿Cuáles fueron sus primeras impresiones?
Yo había estado en el servicio público, en la CORFO, y el 2001 me llama una querida compañera de universidad, Irene Carvajal, que estaba a cargo del DAF, para que venga a trabajar, porque era un departamento recientemente creado. Obviamente, yo venía por un rato a que armáramos este cuento.
¿Conocía la DOP?
Nunca en mi vida había escuchado hablar de la DOP, para mí el MOP era Vialidad. Pero cuando me empecé a dar cuenta de lo que hacía la DOP lo encontré maravilloso. Y yo que pensaba que iba a estar un año acá… bueno, llevo veintiuno.
¿Qué le llamó la atención de la DOP?
El tremendo impacto focalizado que genera en nuestros usuarios. Lo voy a graficar en una anécdota que nos contó un director, Daniel Ulloa, que fue a inaugurar una rampa a Chiloé. Cuando terminó el discurso, un niño de unos diez años se le acercó, lo abrazó y le dijo “gracias, porque ya no tengo que meterme al agua para ir al colegio”, porque iba al colegio en bote la isla de al frente, y para subirse tenía que meterse al agua.
¿Cómo ha cambiado la DOP en estos veinte años?
Varias cosas. A nivel de Estado, o del MOP, cambiaron los estándares de probidad: pasamos de tener casi cero estándar a que hoy son altísimos. Falta mucho, está claro, pero hemos avanzado una enormidad. Los conflictos de interés hoy son acotados. Por otro lado, y tal vez tenga relación con esto, es que hoy tenemos más consciencia de lo responsables que somos de lo que hacemos.
¿Cómo así?
Viejos más viejos que yo dicen que antes hacíamos obras sin preguntarle a nadie. Desarrollaban obras en las que invertían mucho dinero y terminaban siendo usadas por nadie. No estaba el concepto de la participación ciudadana. Ahora hay un sentido de responsabilidad: no hacemos obras para mirarnos el ombligo: tienen un impacto social.
Eso también puede ser síntoma de cómo ha cambiado la relación del Estado con la ciudadanía en los últimos veinte años.
Quien cambió el concepto de aquello fue la presidenta Bachelet cuando instaló su “gobierno ciudadano”. Ahí cambió el foco. El Estado está para atender al ciudadano.
Volviendo a la DOP, ¿qué piensa cerca de jubilar?
Lo primero es el agradecimiento, porque aprendí una cantidad de cosas que yo no sabía; descubrí que este país no era Santiago; conocí gente maravillosa e hice amigos para toda la vida. Da lata dar nombres, pero hay uno que no puedo dejar de lado: José Arturo Donoso, mi gran amigo de acá.
Yo creo que no hay nadie de los cuarenta y tantos años que José Arturo estuvo acá que no lo haya terminado queriendo, admirando y apreciando. Además, crecimiento personal, haber compartido con gente genial, y terminas queriéndolos a todos.
Usted también es un personaje dentro de la DOP.
Todos somos personajes, todos tenemos nuestras peculiaridades, y es súper bonito cuando uno va descubriéndolas en el resto.
Una característica de usted es que a los nuevos funcionarios les da la clásica charla sobre cómo funciona el Estado. ¿Por qué lo hace?
Por la experiencia cuando yo llegué aquí. Conocía sólo a la jefa DAF, y llega alguien y me dice “esta es tu clave SAFI”. Nadie me dijo qué era este servicio, dónde estaban los baños, a qué hora se almorzaba, y lo más importante: qué es lo que hay que hacer. Entonces, eso no puede ser. Tal vez deben ser esos elementos empáticos que todos llevamos dentro. Muchas veces por vergüenza uno no pregunta, pero el que viene de afuera no tiene por qué saberlo.
¿Cuándo se va de vacaciones?
No lo tengo claro todavía. Tengo 60 días entre vacaciones y administrativos. Y los requisitos para los incentivos al retiro me exigen que yo el 30 de junio esté fuera. Por lo tanto, si cuento de ahí, es en la primera quincena de abril. Todavía no me hago la idea (ríe).
¿Tiene pensado qué va a hacer cuando pase?
No tengo idea. Creo que los primeros días no pasa nada y que después empiezas a echar de menos, cuando te das cuenta de que de aquí para adelante me voy a levantar y a quedar desocupado. Hay que pensar qué voy a hacer, pero tengo tiempo. Me lo tomo con calma.
¿Y qué le gustaría hacer?
Tengo un par de viajes pendientes hace mucho tiempo. Hace años que estoy invitado a Italia donde un amigo. Con un grupo de amigos también tenemos planes de pegarnos un viajecito a los alrededores de Sudamérica. Y en Chile, conocer las dos o tres cosas que me faltan.
Después, ver cómo seguimos generando lucas, obviamente por la necesidad. El otro día me calcularon la pensión y me puse a llorar. Pero también para hacer cosas interesantes y no quedarse todo el día leyendo.
¿Va a venir a ver a la gente de la DOP después de que se vaya?
Sí, de todas maneras. Eso sí, en verano tal vez venga con short y chalas. Llegué aquí piolita y me voy a ir piolita. Fui uno más nomás, hice tanto aporte o desaporte como todos.